Si hubiera que destacar uno de los muchos objetos que construye Aveta o si tuviéramos que señalar uno solo, sin duda habría que señalar su instalación Océano.
Allí se hace patente el manifiesto retroactivo que subyace a todas sus series, en el artefacto que se mece bajo un Atlántico imaginario sin llegar nunca a ninguna parte, un piano destripado con su alma separada en el arco y la luz triste que acompaña a su interminable, sincopado. balanceo, adelante y atrás. Este piano naufragado habla de la soledad de los objetos y de nuestro viaje a ninguna parte. Habla como debería —sin palabras, apenas pronunciando notas decrépitas que nunca cesan, hipnotizando a los oyentes— de nuestro destino incoercible como migrantes en los mares más olvidados de este mundo.