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SUBTRACTABLE SPACES

 

Sitios de memoria

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Los extraterrestres de Aveta tienen otro rasgo notable: parecen objetos topológicos. Como el toro o la tira de Möebius, son copias de objetos que se pueden transformar o mutar, que pueden rotar o envolver sin perder sus coordenadas, que básicamente rodean un vacío central, no albergan nada en su vórtice. De nuevo, recordemos a Beckett: nada es más real que la nada.

Sus espacios amovibles son espacios reversibles, de naturaleza contradictoria. Son espacios construidos con artificio, como un teatro de marionetas, y es a partir de este artificio que se pueden encontrar notas de verdad que ningún enfoque realista podría proporcionar jamás. Se aplica una obra de ficción al espacio, en el que la escala y las perspectivas corren descalzas, la arquitectura se convierte en un estudio de interiores y la distinción entre el exterior y el interior se desdibuja: son espacios claustrofóbicos, desesperados, donde la caja negra que contiene muchos de sus objetos que nos impide anhelar una salida que no se puede encontrar. Incluso cuando una ventana o un tragaluz dejan entrar la promesa de luz, todo lo que uno tiene que hacer es mirar afuera para encontrarse en la trastienda del artificio, que es solo un artificio más.

Los espacios removibles son espacios imposibles, como un espacio que se remonta a sí mismo o la construcción contemporánea de una ruina. ¿Qué queda de un espacio una vez eliminado? ¿Qué hay más allá del espacio? Si tuviéramos que darle la vuelta a los espacios alienígenas de Aveta, descubriríamos los mecanismos detrás de sus trucos, los esquemas que apuntalan las ficciones con las que nos atrapa, como un ilusionista. Entonces sabríamos que toda la armadura solo sirve para mostrar que no hay conejo en ese sombrero. Las costuras que mantienen unida la armadura —como la del inexistente caballero de Calvino— permiten ver que en el interior no hay nada ni nadie.

Las obras que aquí presenta Hugo Aveta bajo el nombre genérico de Espacios Sustraíbles son, más allá de que haya paradas en el camino y que se adopten diferentes heterónimos, todas mutaciones de un mismo tema. Uno que trata de las transformaciones que sufren los objetos, las permutaciones, tácticas de defensa, condensaciones, destilaciones o evaporaciones del

materia de la que están hechos. No podía ser de otra manera: un artista siempre habla de lo mismo, de lo que no puede dejar de hablar, algo que quizás, y solo a posteriori, una vez mirando hacia atrás en el camino recorrido desde su punto final, puede tiene algún sentido.

Los espacios removibles también son espacios fragmentarios; Los extraterrestres de Aveta son en realidad fragmentos de objetos, hechos de astillas de memoria. Cada fragmento refracta los gritos de las víctimas, los humanos perseguidos, las avalanchas, los gritos de los bebés nacidos en cautiverio.

El método empleado por el artista tiene cierta afinidad con la forma en que -como recuerda Hannah Arendt- Walter Benjamin juntaba sus montajes: arrancando fragmentos de su contexto original y reordenándolos para ilustrarse mutuamente, capaces de confirmar su razón de ser con total libertad de movimiento.

 

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