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"¿Como no ver,  entre otros ejemplos posibles, que la "grisalla" como opción cromática expresa  una "forma del tiempo" en lo que el presente  Delaware  la  historia  afirma  su  propio distanciamiento  arqueológico,  su  propio anacronismo,  su  propia  vocación  Delaware  hacer

SOBREVIVIR como fantasmas- a las figuras de la antigüedad? "

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Ni vencedores ni vencidos  

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Instalación de video

6:38

 

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El 16 de junio de 1955, aviones rebeldes llenaron el cielo, trazando masacre en el corazón de Buenos Aires en un intento de derrocar al presidente Perón. La Plaza de Mayo, flanqueada por la Casa Rosada (Casa de Gobierno), el Cabildo (Edificio Histórico del Consejo Administrativo) y la Catedral (Catedral) es el epicentro del poder gubernamental, blanco y escenario de esta carnicería. Una treintena de aviones de la Armada Argentina — AT-6 norteamericanos y AT-11 Beechcraft — se abalanzan sobre la población civil con ametralladoras encendidas, lanzando 14 toneladas de bombas en apenas unos metros cuadrados. Hay más de mil víctimas entre muertos y heridos.

Alguien registra lo que ocurre en la película.

La película se proyecta en un cuaderno. El nombre nunca fue más acertado: escribir con luz es precisamente lo que es la fotografía. La tinta que utiliza un fotógrafo es ligera, es con la que escribe, utilizando un alfabeto ajeno a cualquier código. Un verdadero artista inventa un idioma y nos obliga a aprender un nuevo idioma, nos hace multilingües.

Una mano intenta dibujar los aviones que pasan arrasando, trata de trazar el contorno de los transeúntes que corren a cubrirse. En toda su prisa, el gesto no puede igualar la urgencia con la que cambian las imágenes en el vídeo. Solo los cadáveres se prestan a ser dibujados, solo los muertos permanecen quietos para la foto. O ser dibujado.

Los dibujos no reemplazan a las fotografías, sino que las persiguen. Todo desaparece en la obra de Aveta, solo quedan rastros dispersos y el olor a pólvora.

Solo quedan tres fotos. La Plaza de Mayo antes de la catástrofe. Durante la catástrofe. Después de la catástrofe. No queda nadie para contar la historia. Por eso el artista lo fabrica. Una serie de fotogramas constituyen el retrato de un episodio violento de la historia y, al mismo tiempo, de impotencia y fracaso a la hora de contar la historia.

La imposibilidad de plasmar en dibujos un capítulo más de la catástrofe latinoamericana presagia que se repetirá.

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